Orígenes

Durante muchos años, los orígenes de esta institución religiosa de gran raigambre en nuestra ciudad, ha estado rodeada de un halo de misterio, al no contar con documentación que avalara un momento histórico aproximado. Nuevos descubrimientos documentales han ido perfilando algunos hitos de su rica y dilatada vida, desmontando algunas teorías existentes hasta el momento. Distintos eruditos interesados en el tema han ido lanzando hipótesis de lo más diversas referidas a este aspecto, tales como el retrotraer la hermandad al siglo XVII sin ningún fundamento.

En el caso de asociar la imagen titular al relieve del ático del retablo de su capilla, documentado como de Andrés de Ocampo; idea improbable tanto por los testimonios gráficos conservados de la primitiva titular desaparecida -de clara filiación dieciochesca- como por el aspecto del retablo que hoy conserva, también del mil setecientos.

De igual modo, no compartimos aquella que defiende que la hermandad se funda en 1.703, dado que está basada en la trascripción de la graduación de hermandades de 1.727, recogida por H. Klever en la Revista de Morón a principios de este siglo. Consultando tanto el original -que se encuentra depositado en el Archivo General del Arzobispado- como haciendo una más completa lectura del mismo, podemos concluir que se confunde esta cofradía con la de la Soledad y Angustias de Nuestra Señora y Santo.- Entierro, sita en el convento Mínimo de Nuestra Señora de la Victoria, que actualiza sus reglas el 16 de marzo de 1.703.

Partiendo de estas premisas, consideramos que la hermandad tal como la conocemos, se perfila en el segundo tercio del siglo XIX, pero se pueden rastrear sus orígenes en una institución femenina que curiosamente tiene exactamente la misma denominación, como es el caso del Refugio de Niñas Desamparadas Siervas del Corazón de Jesús y de María Dolorosa, bajo la protección de Santa Teresa de Jesús. Esta fundación nace en 1.751 a propuesta de los señores: El presbítero Don Cristóbal de Angulo, el Clérigo de menores don Gerónimo de Auñón y Galeote y el Caballero de la Orden de San Juan y Comendador de Almazán, don Juan de Auñón y Herrera. Todos ellos son nombrados rectores del recinto, al ser aprobadas sus reglas el 21 de noviembre de 1.753, con la protección episcopal directa del Cardenal Infante Don Luis. Antonio Jaime de Borbón y Farnesio, y en su nombre sus coadministradores el Obispo de Anazarbo y el de Córdoba don Francisco de Solís Folch de Cardona, que se encargarían de suministrar parte de los fondos necesarios para su mantenimiento. Las aportaciones arzobispales estaban comprometidas en 200 ducados anuales, aunque estas ayudas no llegaran con regularidad.

La conexión entre la Casa de niñas desamparadas y la posterior hermandad, la basamos en el carácter esencialmente femenino de ambas, en la coincidencia de titulación y en las constantes referencias que se hacen a lo largo de sus reglas del especial culto a la Virgen de los Dolores. Una lectura pormenorizada de las mismas nos habla del vestuario del hábito servita con el escapulario de los Sagrados Corazones, que tendrán también las Esclavas en el siglo XIX; de la especial devoción a los Dolores y a los santos patrones servitas San Felipe Benisio y Santa Juana Falconeri y al patriarca San José. Las fiestas principales serán el Viernes de Dolores, la de los Sagrados Corazones de Jesús -en junio- y María —en agosto— los anteriormente citados y Santa Teresa de Jesús. Los cultos eran de carácter interno, como se expone en el capitulo XVIII:

«Se hará solamente novena en cuyas festividades y demás especiales (…) ya que por la pobreza .no se pueda dar el culto exterior que es debido, será justo que en lo interior se celebre».

La expresión cultural en la calle se remitía a la salida de niñas y maestras en los días antes aludidos, encabezado por el estandarte con la efigie de la Virgen de los Dolores.

Alrededor de 1.791, un año después de la muerte del insigne fundador don J Cristóbal de Angulo Barrio y Ceballos, se hace manifiesta la falta de medios para su subsistencia. Una carta del 17 de Diciembre de 1.796 nos cuenta que la muerte de aquellos nobles y ricos señores protectores, unido a la falta de la dotación anual del arzobispado; el refugio entro en una fase de decadencia. Solo se mantenía con la renta anual de una casa que le proporcionaba 300 reales, al que se añadían las ayudas del señor Murcia, para un total de 100 personas y 9 cargos. Su vida termina con la absorción de las funciones sociales de » ésta por el hospital de Santa Isabel. Parece que a partir de 1.833 la institución acaba por disolverse, quedando abandonada la casa y la capilla; en ruinas en 1.843 y contemplada aun en el mapa de Madoz de mediados de siglo como ermita cerrada.

Este es el momento en que, quizá retomando las practicas devocionales del beaterio antes descritas, se produce la aprobación de reglas presentadas ante las 7 autoridades eclesiásticas y ratificadas por el Gobernador del Arzobispado don Juan Baquerizo y asentadas de por el secretario don Francisco Romero el 29 de diciembre de 1.840. En ella se da la licencia para el establecimiento de la Congregación de Esclavas de los Sagrados Corazones de Jesús y María en la capilla del Mayor Dolor de la Parroquial de San Miguel, siendo su director espiritual el presbítero don Pedro Morén. Por aquel entonces, el mal estado de las la casas del Beaterio aconsejarían su traslado a la cercana parroquia, donde desarrollara su actividad. Su composición inicial constaba de un número limitado de miembros siendo 72 en recuerdo de los primeros discípulos de Cristo, que irían cubriendo las bajas que por muerte se fueran produciendo con una lista de pretendientes. Los cargos de gobierno estaban encabezados por un director espiritual, una hermana mayor, dos coadjutoras, cuatro lectoras o ejercitantas, dos celadoras con dos suplentes — una para situarla en la cortina que cerraba la capilla que evitaría la entrada de cualquier hombre y la otra para controlar el comportamiento dentro del recinto – dos sacristanas — para el cuidado, iluminación y arreglo de la imagen y la capilla – una secretaria y una depositaria, con sus respectivos libros de asiento de hermanas y cuentas. Sus cargos eran anuales aunque renovables, salvo el de director, que era perpetuo.

Todas las hermanas utilizaban el nombre de «Indigna Esclava» sin ostentar por las distinción social puestos de preferencia, y realizaban un mes de misas de sufragio por cada los congregante fallecida. Estas bajas quedarían cubiertas de inmediato con el listado de aspirantes que, tras ser examinadas por el director, eran admitidas después de la jura de reglas y la imposición del escapulario de los Sagrados Corazones.

El capitulo XII de sus reglas describe los cultos, ejercicios y funciones, siendo en su mayoría, actividades de tipo interno como era la reunión todos los viernes del afro para – el rezo de la corona dolorosa, la meditación de textos piadosos o teológicos, oración mental y verbal y ejercicios espirituales los primeros viernes de mes y todos los de cuaresma. Dentro de estas prácticas piadosas estaban también la función y comunión general, -sustituible la primera por un retiro- en los días del Viernes de Dolores, los de los Sagrados Corazones de Jesús y María y el de la Invención de la Santa Cruz.

Sus constituciones concluyen con la conveniencia de adscribirse a otras hermandades y congregaciones, como es el caso de la del Sagrado Corazón de Roma; con el fin de participar de sus gracias espirituales. Por el momento desconocemos si esta vinculación llego a hacerse efectiva o quedo solo en una declaración de intenciones.

No será hasta el 19 de febrero de 1.843 cuando aparezca en el listado de cofradías de la vicaria de Morón, hecho por don Manuel Melo Galindo. En él se describen sus actividades, que seguían siendo de tipo interno, como era el septenario de los Dolores y la novena al Sagrado Corazón; aunque sin hacer estación de penitencia.

La existencia de un amplio vacio documental; reflejo de la azarosa historia española de este siglo, nos lleva hasta el año de 1.886, en el que una historia anónima de la villa nos habla ya de la procesión en la tarde del Viernes Santo con la bella efigie que se vincula a Pedro Duque Cornejo sobre un lujoso paso y con un rico ajuar, del que destacaba el manto de salida negro y una saya blanca, ambas bordadas en oro. Esto nos habla del auge alcanzado por aquellos años. Enseres que se enriquecieron con donaciones de ilustres personajes, como el que en 1.896 ofrece la condesa de Miraflores de los Ángeles; consistente en un puñal de plata sobredorada con empuñadura de granates, en cuya hoja aparece la leyenda alusiva.

Ya cruzada la frontera del siglo XX, podemos seguir su rastro gracias a las noticias que aparecen recogidas en la Revista de Morón; prestigiosa publicación cultural que se hacía eco de artículos diversos y de temas de actualidad. Es el caso de la información de los cultos anuales de las hermandades de la ya oficialmente «ciudad» de Morón. A través de su lectura y posterior análisis se deduce el grade de «sana competencia» entablada con la otra hermandad de mujeres: La Servita de los Dolores del antiguo convento del Espíritu Santo. Cada una buscaba el mayor esplendor para sus celebraciones, trayendo como celebrantes a los más prestigiosos oradores del país. Es el caso del Beneficiado de la valenciana ciudad de Canals don Raimundo de Peñafort Sarrio Y Valles, Que predicara en el afro 1.914 y volverá en 1.923 y 1.925; el Chantre de la catedral de Teruel don Miguel Julia Vilaplana en el septenario de 1.917 y 1.919, siendo más tarde nombrado canónigo de la Sede Episcopal Tarraconense.

Primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, quemada en la Guerra Civil Española en Julio de 1.936

Primitiva imagen de Ntra. Sra. de la Soledad, quemada en la Guerra Civil Española en Julio de 1.936